Elecciones 2004: «Articular la izquierda y construir la alternativa al PP sobre un proyecto republicano» / Pedro A. García Bilbao
Ante las próximas elecciones 2004 – 16 de enero de 2004
Es necesario articular la izquierda y construir la alternativa al PP sobre un proyecto republicano
Son múltiples las voces que se oyen desde la izquierda oficial llamando a construir una alternativa política al Partido Popular capaz de lograr una mayoría en las próximas elecciones. No dudamos de la necesidad de derrotar en las elecciones al actual gobierno y su partido; los años de mayoría absoluta han mostrado claramente el sustrato franquista de los populares y los mínimos democráticos logrados durante la Transición están claramente en retroceso. Pero nos planteamos si un triunfo de la izquierda hegemonizada por el P.S.O.E. podría servir de algo. Ambos partidos (socialista y popular) comparten la ideología básica de la Transición que legalizó la salida política diseñada por los herederos del franquismo y, cada uno a su manera, han combatido duramente la Memoria Histórica Democrática de nuestro pueblo y han hecho lo posible por aniquilar el tejido social de la izquierda, hasta el punto de que en la actualidad no existe ni un solo periódico diario de izquierda, una radio o una televisión con un discurso siquiera democrático, por referirnos tan sólo a la situación de los medios de comunicación de masas. Se quejan en el P.S.O.E. de la fortaleza electoral del PP en las urnas; nos preguntamos de qué se sorprenden, pues este partido no hizo otra cosa que fomentar valores de derecha durante sus largo años de gobierno y practicó políticas sociales regresivas, favoreciendo la desmovilización y el desprestigio de la formas de lucha de la izquierda y sus objetivos históricos.
Es cierto que una nueva mayoría absoluta de la derecha podría provocar retrocesos quizá irreversibles en materia de libertades, privatizaciones y modelo social, pero es ilusorio suponer que ese programa se vería frenado con una nueva mayoría construida en torno al P.S.O.E. de Zapatero, Bono, Ibarra o Paco Vázquez. Asunto muy diferente es que este partido precise de apoyos parlamentarios externos para formar gobierno; ¿podría esa alianza, casi con certeza imprescindible, alterar las políticas de derecha que de hecho ha seguido el P.S.O.E. cuando ha estado en el poder?
En el P.S.O.E. se había apostado por destruirlo todo a su izquierda y neutralizar a los nacionalistas -al menos en las políticas de ámbito estatal-, intentando construir un modelo bipartidista; casi han logrado lo primero, destruir a su izquierda, pero no estabilizar el bipartidismo, pues con las políticas y los valores de derecha que difundieron en sus años de gobierno, la aniquilación del tejido social de la izquierda, la legalización del franquismo a través del modelo de Transición y sus prácticas corruptas (in lato senso) lo que han conseguido plenamente es potenciar a los neofranquistas del P.P. Hoy en día, el P.P. ya no pretende el bipartidismo, sino implantar un dominio hegemónico, sin que el cuerpo de la sociedad española esté en condiciones de resistir tal vuelta atrás. En este contexto de fracaso estratégico del P.S.O.E. como partido único de oposición/gobierno en alternancia con los populares, casi el único camino que le queda para poder aspirar a formar gobierno es contar con apoyos externos: Izquierda Unida, pero también las formaciones nacionalistas de izquierda que en un momento determinado, alarmadas por el viraje neofranquista del P.P., pudieran otorgar.
La incógnita de estas próximas elecciones no es, por tanto, saber si habrá mayoría popular o socialista, pues ambos partidos, cuando han gobernado en solitario, han hecho políticas de estado y gobierno muy parecidas, aunque se ha de reconocer que el neofranquismo sin complejos de Aznar ha superado todo lo previsible (en este sentido, el P.S.O.E. de Felipe González fue más discreto en sus formas). La pregunta correcta a la que debe responderse desde la izquierda real es si una alianza como la descrita está en condiciones de imponer al P.S.O.E. un programa y una acción de gobierno con los mínimos contenidos sociales y políticos que la situación demanda. ¿Aceptaría el PSOE un programa de izquierda? ¿Rectificaría su línea antisocial de los últimos 30 años? Es algo que dudamos puedan hacer, aunque bajo ciertas circunstancias, siempre bajo presión, podría ser. Y lo que es mejor, si enfrentado a un bloque firme de la izquierda real con las fuerzas progresistas del ámbito nacionalista, con un programa claro con medidas concretas, el P.S.O.E. opta por rechazar la alianza y se arroja en brazos del Partido Popular, como ya ha hecho en el País Vasco, habrá quedado desenmascarado y habría perdido su batalla por hegemonizar la izquierda en España.
Pero lograr que el P.S.O.E. se encuentre en esa tesitura y se vea obligado a llevar adelante un mínimo programa de izquierda exige en primer lugar independencia política respecto de esa fuerza y eso no es algo que la Izquierda Unida de Gaspar Llamazares esté demostrando poseer. Julio Anguita concretó esta exigencia de firmeza e independencia política con el objetivo del sorpasso, que aunque ridiculizado de forma interesada por algunos, significaba que Izquierda Unida debía luchar por lograr la hegemonía de la izquierda y no renunciar nunca a esa batalla. Como aclaración a este punto debemos recordar al lector que en una comunidad tan supuestamente conservadora como Galicia, el Bloque Nacional Galego logró sobrepasar (de ahí lo de sorpasso, en italiano), en votos al P.S.O.E. pasando a ser el primer partido de la oposición.
¿Está en posiciones de independencia política Izquierda Unida respecto del P.S.O.E? Conviene reflexionar sobre esto atendiendo en concreto a algunas cuestiones recientes.
Durante la crisis de las elecciones autonómicas madrileñas últimas, dos diputados del P.S.O.E desertaron e impidieron la investidura de un gobierno de coalición entre este partido e I.U: la respuesta de Izquierda Unida fue patética y demostró su supeditación estratégica al partido socialista, asumiendo el discurso de éste y renunciando durante la investigación primero y en la posterior campaña electoral a denunciar la presencia de especuladores y corruptos en la lista electoral del P.S.O.E. y llamar a un voto masivo a la propia I.U. que fortaleciera su posición e impidiera, además, que el P.P. asumiera en exclusiva el papel de crítico contra la corrupción. Hemos de añadir a esta línea estratégica de subordinación externa el que su lista estaba compuesta por notorias nulidades políticas, aunque, eso sí, muy representativas del grado de postración militante que vive actualmente I.U.
Podrían decir algunos que la experiencia madrileña de I.U. es algo aislado y que no representa el momento actual de la organización. Lo dudamos.
En aspectos fundamentales como el modelo y la práctica sindical, Izquierda Unida coincide notoriamente con el P.S.O.E. Las posiciones reaccionarias (caracterizadas por purgas de militantes críticos, disolución de federaciones completas, silencio ante la precariedad y los abusos de las subcontratas, burocratización hasta el paroxismo), en las que se mueve la dirección de Comisiones Obreras y que son hoy más cercanas al P.S.O.E. que las de la misma U.G.T. son asumidas con naturalidad y se esconden en un falso respeto a la autonomía sindical para aceptar su modelo antisocial de sindicalismo. No se trata en la actualidad de que I.U. haya renunciado a luchar por fortalecer el sindicalismo de clase, como él que la burocracia sindical de CC.OO ha logrado finalmente imponer su línea en el propio interior de esta organización política.
En cuestiones como el modelo de estado (de la estructura territorial del estado) la posición de Izquierda Unida roza lo esperpéntico. La valiente línea política seguida en Euskadi por Ezker-Batua (la federación vasca de I.U.) ha logrado ocupar un importante espacio social y político, aislar al P.S.O.E. en un sorpasso de hecho y escapar al chantaje político impuesto por el Partido Popular y su política de nacionalismo español antidemocrático y excluyente; el éxito electoral logrado bajo la dirección de Madrazo, consiguió que Izquierda Unida pasara de ser una fuerza marginal a obtener representación en las tres provincias de la Comunidad Autónoma, ayudar a formar gobierno y ser un actor político a tener en cuenta de forma imprescindible. Pero pese a ello, la posición de apoyo a los nacionalistas vascos (enfrentada a la satanización promovida por el Partido Popular) es duramente criticada por la Izquierda Unida oficial. Es tal la contradicción que una destacada militante (¿de izquierda?) como Rosa Aguilar, alcaldesa de Córdoba por I.U., ha rechazado públicamente la posición de la federación vasca ¡¡llegando a poner como testigo de su patriotismo español y su respeto a la Constitución al neofranquista Mayor Oreja, ex ministro del Interior!! La imposibilidad de condenar a la federación vasca en pleno precisamente por su éxito electoral, y la cobardía política para defender en la práctica un modelo de estado y de España distinto al compartido por el P.S.O.E. y el P.P. lleva a Gaspar Llamazares a una ambigüedad vergonzante. Otros, en cambio, como Francisco Frutos, no dudan en exponer su defensa de un modelo de España similar al de los militantes de la extrema derecha del PSOE como Bono, Ibarra o Paco Vázquez. El internacionalismo proletario de Frutos solo sirve para criticar a los vascos por su desviación nacionalista, pero no para cuestionar el nacionalismo españolista reaccionario, empezando por el de su compañeros de alianza pasada (no olvidamos la alianza con Almunia y que acabó en debacle electoral) Ibarra, Bono o Paco Vázquez.
Con todo, lo más grave ha sido la absoluta falta de reflejos políticos y la incapacidad estratégica demostrada por Izquierda Unida durante las gigantescas manifestaciones en contra de la guerra del invierno pasado. Con millones de personas en la calle, con una fractura brutal entre la España oficial y la real, con la iniciativa en la calle y el estado y los partidos mayoritarios contra las cuerdas y sin saber reaccionar durante los primeros días, la dirección de Izquierda Unida fue incapaz de ponerse al frente de la movilización con una iniciativa política de alcance. Olvidando los millares de banderas republicanas que ondearon durante días entre millones de personas, pese a la contradicción brutal del P.S.O.E, obligado a bajar a la calle pese a su atlantismo militante, con un clamor popular masivo frente a la manipulación informativa, Izquierda Unida olvidó que su nacimiento como organización estuvo ligado al movimiento ciudadano contra la O.T.A.N. en los años ochenta, y aun que los militantes estuvieron con las masas en la calle, faltaron cuadros, dirección política y convicciones claras, permitiéndose que el movimiento se agotara sin que se lanzase la propuesta de una plataforma política capaz de reunir en su torno a las fuerzas sociales que se estaban manifestando. Una propuesta de unidad política en torno a un programa que uniera el rechazo a la guerra con el del atlantismo, la denuncia de la supeditación a los Estados Unidos y una serie clara de reinvindicaciones sociales, laborales y políticas hubieran supuesto un órdago al estado y hubiera echado al P.S.O.E. a la esfera política del P.P. Por el contrario, ante la escalada en la calle y en el parlamento que aislaba al P.P: y ocasionó un desgaste inaudito a la Monarquía por su silencio ante el escándalo de la guerra de Irak y el papel cipayo de la España de Aznar, la reacción del P.S.O.E. fue finalmente la de capitalizar la movilización llamando a la responsabilidad de la calle, asumiendo las denuncias de peligro de desestabilización del sistema y dando cobertura al P.P. durante los últimos días del proceso. En el nutrido debe histórico acumulado por el P.S.O.E. se suma ahora su labor como defensor del sistema de la Transición puesto en peligro por la deriva neofranquista del gobierno Aznar y su entrega a Bush.
Renunciar (como sin duda alguna ha hecho tras la salida de Anguita de la dirección) a la lucha por la hegemonía de la izquierda supone que Izquierda Unida ha interiorizado su condición de satélite del P.S.O.E. I.U., por tanto, no fracasó en capitalizar el movimiento contra la Guerra, pues su dirección, sencillamente, renunció a asumir un papel de vanguardia durante la movilización. Ellos lo llaman responsabilidad institucional, desde un punto de vista de izquierda es una prueba de que Izquierda Unida en su forma actual ha abandonado las posiciones transformadoras y se ha convertido en un sindicato de cuadros indigentes en busca de un personal espacio cara al sol del B.O.E.
En cada campo que podamos analizar, el deterioro político de Izquierda Unida como organización de izquierda diferenciada cualitativamente de lo que el P.S.O.E. representa ofrece un resultado desolador. El desánimo entre su militancia de base y la perdida de cuadros con experiencia y convicciones es creciente; la realidad electoral demuestra que los temores de la burocratizada dirección a un fracaso electoral por tomar medidas no aceptables para las masas, son infundados en muchos casos: los votantes aragoneses llevaron a las Cortes al candidato de la Chunta Aragonesista, Labordeta, quien hizo toda su campaña ¡¡con el Himno de Riego como música oficial de su campaña!!, algo impensable en I.U; los catalanes apoyan con fuerza a la Esquerra Republicana de Catalunya con su discurso republicano y contrario a la herencia de la Transición franquista, crítico con la Constitución ¡¡y les duplican los votos y les dan la llave del nuevo gobierno catalán!!, en Galicia, los militantes del Bloque Nacional Galego demuestran que se puede actuar de forma conjunta con el P.S.O.E. contra el PP pero sin caer bajo su hegemonía como demuestra que cortasen el paso al socialista de extrema derecha Vázquez a la Diputación de A Coruña y forzasen la dimisión del sectario antinacionalista López Mariño, ya ex-alcalde socialista de Vigo; por no hablar, en suma, de la destacada posición de la propia I.U. en el País Vasco donde están actuando con la valentía política que la situación exige.
Nos bastaría recordar un hecho para calibrar la verdadera posición de la Izquierda Unida de Llamazares y del P.C.E. de Frutos. Durante el 25 aniversario de la Constitución se celebró en Madrid una manifestación republicana de amplia base que reunió a varios miles de personas una buena parte de ellos militantes de base de Izquierda Unida sin que la organización como tal fuera convocante siquiera. El análisis que se ha hecho de esa manifestación por algunos de sus convocantes, recordemos el realizado por al portavoz de Unidad Cívica por la República, Ángeles Maestro, ha incurrido en cierto triunfalismo, pues pese al indudable éxito de la convocatoria, la noticia a reseñar fue la extrema soledad, o mejor dicho, la extrema fractura entre la izquierda real que se manifiesta en la calle (y este año fue el de los millones de personas y las miles de banderas republicanas) con la izquierda instalada en las instituciones con los votos de los ciudadanos. No puede decirse que haya exageración. Ni Izquierda Unida, ni los sindicatos CC.OO y U.G.T. (olvidemos al P.S.O.E., claro) convocaron siquiera esa manifestación y mientras la policía impedía el paso a los manifestantes que acabada la marcha deseaban acercarse al centro de la ciudad, las direcciones de estas organizaciones y/o sus grupos parlamentarios (nacional, autonómico, municipal) participaban en los actos oficiales de propaganda del Régimen y de alabanza acrítica a la Constitución que el Rey escogido por Franco no se ha dignado siquiera jurar. Esos son los hechos, las declaraciones para la galería realizadas por Llamazares no se ven acompañadas por ellos. En última instancia, cuando se trata de estar en la calle en defensa de los valores de izquierda y la memoria republicana, se opta por los salones institucionales y plegarse a los valores de la Transición que sancionó la continuidad del franquismo. ¿Exagerado de nuevo este análisis? Quizá no tanto si recordamos quien fue uno de los invitados de honor de la recepción del día de la Constitución en las Cortes y también en la última Asamblea de Izquierda Unida: Santiago Carrillo. Se invita a Santiago Carrillo y se ningunea a Julio Anguita de forma ofensiva -recuérdese el famoso video de historia de la organización donde no se le nombraba-, no ya para él, sino sobre todo para los miles y miles de militantes y los millones de votantes que combatieron con éxito los intentos de disolución del PCE en los primeros noventa y llevaron a I.U. a sus mejores resultados electorales.
La dirección de I.U. (lo queramos o no, la I.U. realmente existente), U.G.T. y CC.OO cometieron un error muy grave al no acudir a la manifestación republicana convocada en Diciembre pasado y apoyar al Régimen de forma vergonzosa. Gracias a esa acción se puede visualizar muy bien su ambigüedad y su doble discurso: ante los militantes (como en la última Asamblea de I.U.) un discurso vacío con concesiones republicanas e izquierdistas; ante los medios de prensa, radio o televisión, declaraciones supuestamente radicales para traer votos allí donde el PSOE no llega por su izquierda; ante las instituciones del estado, genuflexión cotidiana y mensajes/acciones tranquilizadores (Rosa Aguilar y Mayor Oreja; no asistencia a la Manifestación; alabanzas a la Constitución durante la Asamblea; satanización de Madrazo, desprecio al B.N.G. y a la Esquerra; apoyo a la dirección de CC.OO).
En resumen:
A las elecciones del próximo 16 de Marzo va a concurrir una Izquierda Unida oficial que llamará a combatir a la derecha en el gobierno. Lo hará desde una posición de satélite del P.S.O.E., con un discurso supuestamente izquierdista que pretende llegar donde este partido no puede para comprar así con los votos de la izquierda un puesto en el gobierno. Que I.U. esté en condiciones de imponer una línea de izquierda al P.S.O.E. es algo descartado, se requiere para ello un valor y unas convicciones que la burocracia dirigente de la organización ni poseen ni comparten.
Es obligado preguntarse si se puede hacer algo frente a esta situación. La respuesta es sí. Cada día es más claro que la articulación política de la izquierda real pasa por propuestas claras, por un discurso diáfano que muestre claramente las posiciones de cada cual.
El espacio de la izquierda real en España no es otro que el de aquellos que consideran que la Transición política fue una derrota de las fuerzas democráticas, que la Monarquía fue impuesta y no tiene otra legitimación que la designación por el dictador, que es vital reconstruir el tejido social de la izquierda, (con la democratización de los medios de comunicación entre otras medidas urgentes), el de aquellos que apuestan por un sindicalismo capaz de coordinar a los sindicatos de clase que existen en el conjunto del estado y derrotar a la burocracia que ha corrompido CC.OO, los que defienden la independencia nacional frente a la intromisión norteamericana y no tiene miedo de apoyar públicamente a la resistencia democrática iraquí, y también el de los que apuestan por una Unión Europea de los trabajadores, con una Constitución elaborada por un Parlamento Europeo Constituyente. La izquierda real es aquella que combate a la derecha y a las políticas de derecha, la que es sensible a las reinvindicaciones legítimas de los pueblos y les daría una orientación solidaria y militante en el marco de un modelo de estado libremente pactado entre todos.
La izquierda real es, en suma, la única que estaría dispuesta a convertir los errores del Partido Popular en el principio del fin del Régimen de la Transición y forzar al P.S.O.E. a escoger campo. Solo desde convicciones firmes y claras se está en posición de entablar alianzas políticas con otras fuerzas que no desvirtúen la propia identidad; la actual dirección de I.U. ha demostrado en la práctica su incapacidad para gestionar los millones de votos que ha recibido en su historia y debe ser superada. En la actualidad son un freno y un instrumento de desmovilización claro. Es hora de una plataforma electoral de amplia base sobre un programa elaborado colectiva y públicamente, capaz de reunir las propuestas y soluciones que la situación exige. La mascarada electoralista en que se convirtió la última Asamblea de I.U., con su rendido homenaje a la dirección de CC.OO y a la figura de Santiago Carrillo devela su verdadera posición, e incapacita a la actual dirección de I.U. para asumir un papel director del necesario proceso de construir una alternativa política de izquierda al gobierno del Partido Popular.
Un camino claro.
Las organizaciones políticas y ciudadanas republicanas, el movimiento contra la guerra y altermundista, los sectores de vanguardia de los sindicatos, la militancia de Izquierda Unida crítica con la actual situación y los cuadros del PCE que no estén dispuestos a soportar este último trágala carrillista, tienen el camino trazado por la propia realidad. Es el momento para que los dirigentes históricos de Izquierda Unida que son consecuentemente republicanos hablen claro y rompan con una situación de bloqueo indeseable. La articulación de la izquierda en este momento histórico y la construcción de una alternativa política creíble, exige tomar posición sobre el proyecto de la IIIª República y la superación de los lastres de la Transición.
Por un proceso de convergencia la izquierda real
Por la unidad de la izquierda bajo las banderas de la IIIª República
¡Viva la República!