Operación Bicolor: La república, la esperanza de un pueblo y Benetton pasado por LaClau / Pedro A. García Bilbao
Es una de las imágenes más hermosas de la historia de España, se le saltan a uno las lágrimas ante tanta alegría, tanta juventud -juventud de toda edad-, belleza, ilusión y esperanza como la que encontramos en algunas de las fotos que se tomaron el día aquel de 1933 en el que las mujeres conquistaron y ejercieron su derecho al voto. La palabra república podrá significar muchas cosas, pero en España decir república significa evocar días como aquel. Pero claro, para poder evocar hay que haber conocido o tener conocimiento y también saber qué prejuicios interesados hay en el ambiente y saber responderlos
No hace mucho un periodista me preguntó por huellas de la república en Madrid; me quedó claro que deseaba que le mostrara restos de la guerra: no le dí ese gusto. Le dije que algunas huellas eran bien visibles y conocidas: la Feria del Libro en el Paseo de Coches del Retiro, la Vuelta Ciclista a España, el concurso de Miss España, -sí, ese también, qué le vamos a hacer-, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, la Enseñanza Pública universal, decenas de Escuelas Públicas hermosas, llenas de luz y bien diseñadas, la Casa de Campo como parque público, por no hablar ya de los avances en igualdad de género, derechos civiles y laborales, el Ministerio de Sanidad (el primero de Europa) y tantos otros detalles que no siempre se recuerdan. Pero si hemos de recordar algo de aquel periodo de nuestra historia fue el gran triunfo popular que representó el 14 de abril, surgido desde abajo mismo, del corazón ilusionado de millones de personas de todas partes, de Madrid, de Barcelona, de Bilbao, de Coruña, Valencia, Sevilla, desde las pequeñas poblaciones a las más grandes, una ola gigantesca de alegria y de esperanza. Aquello sí que fue Sol, una plaza llena de Sol y esperanza.
En 2018 lograr un nuevo abril no es señal de nostalgia, sino una muestra de esperanza en nuestro futuro como españoles. Todo aquello tuvo unos símbolos que han perdurado, pero que según parece a algunos les molesta que no caigan bien a todos; que no se asusten por ello, debieran saber tan ilustres padres de la patria que no es posible contentar a todos, a veces hay intereses de clase contrapuestos y nosotros hablamos de una república republicana, al servicio del pueblo y profundamente democrática. ¿Qué pretenden algunos, qué eso lo asuma la oligarquía? Por favor, que no ofendan la inteligencia. Además, nada de esto es nuevo. Aquel mismo 14 de abril de 1931, a escondidas de las grandes avenidas donde el pueblo mostraba su victoria, no faltaron los conspiradores y enemigos de la libertad. No nos debe extrañar privilegios seculares quedaron anulados y un nuevo tiempo comenzaba. ¿Era cuestión de colores solamente, de la forma o diseño de una bandera?
Aunque no falten fanáticos sin mucha visión entre ellos, a la oligarquia y la reacción no le importan tanto los colores de la bandera española como mantener su dominación y privilegios. Lo ejemplifica Pérez Galdós en Fortunata y Jacinta, ¨no nos preocupa una república, sino el republicanismo”, dice un marqués en los días de la Gloriosa revolución de 1868. Hoy ocurre exactamente igual. No es una cuestión solamente de colores. Esa oligarquía contemporánea, no tendría en su mayoria mayor problema en aceptar una tricolor si el republicanismo y su memoria fuesen borrados del mapa y pudieran seguir con su dominio. A muchos les gustaría incluso una república “bicolor” que asegurara su control.
Pero más allá de lo que la reacción considere, lo inquietante es que una cierta izquierda que nos dice desea transformar España y reconciliar al pueblo con la patria y los derechos sociales, desprecie a su vez públicamente nuestra tradición republicana y sus símbolos nacionales. Lo de valores republicanos sin república es un contrasentido y en España más: esto no es Noruega, con un rey huyendo de los nazis y llamando a la resistencia, sino el país en que la dinastía conspiró para el golpe de estado y la guerra y se puso al servicio de la dictadura, para luego tutelar una democracia basada en la total impunidad del franquismo. Digamos que la cosa no es solamente una cuestión estética o de fecundaciones biológicas o electorales sí o no, para legitimar un sistema político. Ser republicano no es compatible con los defensores de la monarquía “sostenible”, sin corrupción, con cuentas claras, pasada por urnas -lo que quiera que signifique esto-, que parece deducirse de las palabras y acciones parlamentarias de Podemos y sus satélites.
En la derecha postfranquista es comprensible el rechazo a la tricolor, pero en los aspirantes a representar una esperanza de cambio en un sentido positivo resulta inquietante. Hemos de considerar que tal vez no sea el contenido y forma de los símbolos del cambio lo problemático: son ellos el problema.
Lo que ocurre con la bandera nacional española tricolor, porque la Tricolor es la bandera de España, es que representa a la nación española dueña de sus destinos organizada en libertad y justicia sin mediadores, sin salvadores, sin reyes, caciques o dictadores, la Tricolor es el símbolo vivo de España y su República, representa el mayor triunfo del pueblo español en su historia, el 14 de abril, lleno de ilusión y de esperanza. Por eso molesta.
En 2018, pese a todo, ese triunfo sigue siendo semilla de esperanza en millones de corazones españoles, sus enemigos no han podido borrar a la República ni como esperanza ni como proyecto de futuro.
Defender la República exige esa ilusión y esa esperanza de que otra España es posible. Solamente alguien con miseria moral en su corazón y sin principios, puede despreciar la tricolor republicana y toda la tradición de lucha y triunfos del pueblo español como algo propio de “perdedores”. Quien tal juicio exprese queda ciertamente invalidado para representar esperanza alguna de cambio. No puede defender bien a la República quien no crea en ella y no comparta su significado.
Es imprescindible cortarle el paso a los que reproducen y se instalan en los prejuicios franquistas y pretenden pasar por demócratas o incluso izquierdistas. No nos representan los que defienden la republica Bicolor y temen llamar a las cosas por su nombre. Son ellos el problema, son ellos los que no creen en la Tricolor y su mensaje, y culpan de cobardía e ignorancia al pueblo. Son ellos los cobardes y los que ignoran hasta qué punto el pueblo español fue capaz de romper sus cadenas y luchar por su libertad.
No vamos a olvidar jamás el ejemplo de tanta lucha y sacrificio, los españoles podemos sentirnos muy orgullosos de haber sabido luchar y defender nuestras libertades y nuestra república, cuya bandera amparó fraterna a todos los pueblos y naciones de España, cuyos hijos combatieron juntos por su libertad y la nuestra.
Son los reaccionarios, nuevos o viejos, quienes emplean la palabra patria y ocultan la república. Quienes desprecian como perdedores a los que nunca se rindieron están quedando al descubierto, en breve les veremos seguir con esta campaña: pueden juntarse con la extrema derecha o con los neoliberales, todos ellos odian a la Tricolor; y efectivamente los colores son lo de menos, es aquello que significan lo que odian y temen. Quienes dicen querer distanciarse de los simbolos de los “perdedores”, quienes consideran un “bando” a la España democrática, quienes buscan destruir nuestra memoria colectiva democrática merecen una respuesta clara. ¡Ni un voto a los enemigos de la República, ni a los cobardes incapaces de defenderla!
Si a Pablo Iglesias y a los ideólogos de la Operación Bicolor les preocupa el contenido del significante republicano, que prueben con los colores de la monarquía. Carrillo ya lo hizo, sin que los post-carrillistas actuales en alquiler por Podemos parezcan haber aprendido nada y pretendan aconsejar a Unidos Podemos a seguir ese camino. Que Iglesias se reuna con su gente con la bandera monárquica y la pasee como símbolo, podrá valorar en la respuesta popular el contenido de ese significante; aunque lo suyo es más bien combatir el hilo rojo de la memoria que llega hasta el presente y puede orientar las luchas del futuro, le van más para esa tarea los colorines de un Benettón pasado por Laclau, la patria sin bandera, la nación sin república, las identidades sin causa y un pueblo sin memoria . Cuestión de significantes vacíos